Siempre he
defendido la idea de que el desfile de moda debe re-inventarse. El formato
convencional de una pasarela larga y rectangular, con una iluminación fabulosa
y música contundente (independientemente del nivel económico de la producción)
se ha quedado corto para trasmitir la cantidad de conceptos y referentes de
vida que un diseñador quiere hacer llegar al mundo con sus creaciones. Ya no basta una modelo guapa; cada vez más se buscan
modelos expresivas que aporten algo más a las prendas que lucen. Constantemente
los diseñadores buscan espacios no convencionales, alternativas que les
permitan reinventar un sistema consolidado de presentación de su trabajo desde
hace muchísimos años pero que a la luz de los tiempos que vivimos necesita
transformarse.
Pero cómo comenzó todo esto? El desfile de moda tal y como lo entendemos hoy fue
definido por Charles Frederick Worth
a finales del siglo XIX. Es el primero en imponer su criterio de estilo y gusto
a sus clientas, y les mostraba sus creaciones en lujosos salones por los cuales
hacía desfilar a jóvenes, que no eran particularmente hermosas ni nada
parecido, luciendo sus propuestas con la idea de que las clientas pudieran ver las prendas en movimiento. Paul Poiret fue el primero en diseñar
una presentación exclusiva para la prensa en 1910, presentando su colección de
verano. La firma inglesa Lucile organizaba
eventos de moda en sus tiendas, concebidos como espectáculos con iluminación y
música expresiva, así como programas de mano, y las modelos bautizadas con
nombres exóticos desfilaban con poses altivas y teatrales para un selecto
público; fue la primera en crear una narrativa escénica para un desfile de
moda. En los años 20 los desfiles se consolidan como el gran evento social,
celebrándose en los salones de los diseñadores, eventos deportivos o grandes
almacenes. Jeanne Paquin puede
considerarse una de las pioneras de la comunicación de moda, presentando sus
desfiles en teatros y mandando modelos con sus creaciones a los lugares más
concurridos como carreras de caballos para promocionar su firma. Cada diseñador
proponía a sus modelos una forma de caminar propia de la firma, que mejor
representaba su estilo, y de allí surgieron las diferentes formas de andar de
las modelos. Sin embargo hasta este momento todas eran sosegadas y tranquilas.
Será Cristian Dior en 1947 quien establezca
el andar dinámico y enérgico en las modelos, revolucionando el concepto del
desfile. Con el nacimiento del prêt a porter la moda se acerca a las masas, y
el desfile se vuelve más activo. Mary
Quant en los años 60 hace bailar y
correr a sus modelos al ritmo del jazz, Pierre Cardin presenta sus colecciones con
desfiles-happening en la calle. En los 70´s, con Kenzo a la cabeza, se impone
el desfile mediático con una presentación espectacular, pasarelas más grandes
de lo habitual y cuatro veces más audiencia. En esta época también nace el
concepto de la top model y del escenógrafo de la pasarela. Todo esto se magnifica
en los 80´s: los desfiles se televisan, la prensa y personalidades “Vips” se
vuelven protagonistas del front row, y diseñadores de casas como Versace, Chanel y Valentino compiten
por la originalidad/exclusividad de sus propuestas de desfiles, así como por la
mayor captación de público selecto y especializado. En esta misma época se
establece también la neutralidad expresiva y de caminar de las modelos.
En los 90´s nace de la mano de John Galliano y Alexander Mc
Queen el desfile como espectáculo, donde la puesta en escena conceptual es
protagonista. Aparece el uso de las tecnologías (videos, streaming, etc.) y la
dirección artística es fundamental.
En la época
actual, la coyuntura económica ha obligado a moderar las inversiones, y hemos
vuelto un poco a la estructura de los 80`s, con desfiles neutrales centrados
principalmente en los medios de comunicación y la presencia de celebrities como
garantía de trascendencia e importancia social.
Esta situación resulta contradictoria con la
realidad creativa de los diseñadores de hoy: por un lado, muchas de las
propuestas de los nuevos diseñadores son cada vez más conceptuales y atrevidas,
y al presentarlas de una forma “neutral” (sólo enfocada al fenómeno mediático,
con recursos y formatos estandarizados) nos perdemos la mitad del mensaje. Y
por otro lado, cuando se trata de propuestas más comerciales y ponibles, al
presentarlas igualmente en el formato “neutral”, las privamos de contexto y de
identidad, lo que hace que simplemente veamos ropa que se mueve y nada más.
Soy consciente que el desfile es simplemente un
canal más de promoción para el diseñador (paradójicamente obligatorio para mantener
un nombre en este medio), y que en los tiempos que vivimos donde los
presupuestos de inversión son cada vez más limitados, apostar por un formato
seguro y estandarizado resulta la mejor alternativa. Pero considero que hace
falta arriesgar más, investigar en el pasado, explorar en esa creatividad en
formato pequeño que reinaba a principios de siglo, apostar por la esencia de la
marca, por defender el concepto creativo y plasmarlo en el desfile.
La creatividad no es necesariamente sinónimo de
grandes inversiones. Se puede encontrar contenido y profundidad en las cosas
más pequeñas y sencillas. Es solo cuestión de abrir la mente a nuevas
propuestas, donde el desfile se re-invente y trasforme. El público y los medios
necesitan desesperadamente emocionarse, ver lo mismo pero de forma distinta.
Pienso que en esa línea la moda, y sobre todo la moda española, deben apuntar.
Es tiempo de profundizar en contenidos, depurar las formas y apostar por la
emoción.
Feliz Semana y Hasta la Proxima!
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